Algunos decidieron escribir cuentos de su propia autoría, cumpliendo con el objetivo de lector-escritor como interpelador y constructor de sentidos, que responde el eje Oralidad, lectura y escritura. En esta unidad el foco estuvo puesto en la lectura reflexiva de textos literarios variados pertenecientes a la literatura latinoamericana y representativos de diferentes épocas y culturas, en interrelación con otros discursos y lenguajes artísticos.
Por Agostina Rosa (5°B)
Era un día frío de invierno de 1950 en las calles de Buenos Aires. Esa mañana, cuando me desperté había recibido una carta del juez Ocampo. En este escrito se encontraba una propuesta que me dejó desconcertado. “Señor Gregorio Altamirano, por medio de la presente me dirijo a usted para ofrecerle su libertad para siempre. Ambos sabemos que usted tiene bastantes antecedentes penales por los cuales en este momento debería estar preso. Robo a mano armada, uso de identidad falsa y estafas. Supongo, también, que ha escuchado en la radio el caso de una mujer llamada Tania Dimitrov, la estafadora rusa más grande de todos los tiempos. Sabemos muy bien que esta criminal se encuentra refugiada en Buenos Aires. Mi propuesta es, ¿tendría usted el valor de averiguar dónde está, seguir cada uno de sus pasos para así arrestarla? Claro está que, si usted completa esta misión con éxito, su prontuario quedará limpio y acá no pasó nada. Si no, me temo que la condena para usted será la más grave de todas: la muerte”. ¿Qué podría hacer yo, un pobre, solitario y triste hombre que debería estar en la cárcel? Prácticamente no me quedaba otra opción que cumplir con esta misión a cambio de poder, finalmente, liberar mi culpa por todo lo que hice.
Me dirigí lo más rápido posible a donde Ocampo me aclaró que tenía que ir. Me invadían el miedo, la culpa y la tristeza de saber que estaba condenado a ser manejado como títere por estos corruptos. Cuando entré a su oficina, estaba sonando un tango de Gardel, que de hecho era mi favorito. Luego de recibir todas las indicaciones volví a mi casa, sintiéndome más miserable que antes.
Era un lunes lluvioso, y en mi cabeza lo único que sonaba eran todas esas veces que mi madre me hizo sentir como un fracasado. Siempre se quejaba de que no era inteligente, de que no tenía esposa, y que no hacía nada productivo. Desde de su muerte, he tratado de ignorar todos esos fantasmas que me persiguen, pero en días como estos crecen cada vez más. Pensé que esta investigación podría ayudarme a convertirme en el orgullo de mi madre, en el hijo que siempre deseó.
Las próximas semanas de mi vida se basaron pura y exclusivamente en seguir cada paso de esta mujer. Conseguí una fotografía de ella, y la verdad es que era una muchacha con rasgos perfectos. Tenía ojos verdes, la tez clara y cabello castaño. Se notaba que era una mujer decidida, fuerte y con carácter, tal vez eso explica por qué su búsqueda se ha convertido en un asunto mundial. Estaba tan compenetrado en su caso que sabía exactamente dónde estaba en cada momento. Esta mujer me estaba volviendo loco y yo ya no podía controlarlo. El momento de enfrentarla se estaba acercando y eso hacía que la incertidumbre me comiera por dentro. Traté de convencerme de que toda esta ansiedad se debía a que, si no hacía mi trabajo, me matarían. Pero en realidad, no me importaba estar muerto con tal de tener cerca mío a esa mujer tan poderosamente bella.
Y después de una larga búsqueda, el día llegó. Me vestí con un sobretodo color beige y un sombrero, me sentía Sherlock Holmes. Caminé tantas cuadras, que ya no podía más. Supongo que la edad me jugaba en contra. Finalmente llegué a donde sabía que Tania iba a estar.
Se encontraba en un bar tomando whisky, y estaba caracterizada distinta, así nadie la podía reconocer. Pero yo, que estaba loco por esta criminal, la reconocí fácilmente. Me acerqué a ella, con la intención de hablar en buenos términos. Tania se dio cuenta rápidamente de que yo era un detective que estaba investigando todas las estafas que cometió. Con su voz endulzante y seductora, me pidió por favor que no la delatara. Me dijo que estaba arrepentida, que aquella persona que cometió todos esos delitos no era ella. Que estaba siendo manipulada por un hombre mayor, y que no tuvo más remedio. Ahí pude entender que esta mujer que parecía tan fuerte e intimidante era una pobre muchacha que estaba siendo manejada por otros, igual que yo. Teníamos tanto en común, pasamos horas hablando sobre nuestros libros favoritos y qué tango era nuestro preferido. En mi mente había una constante contradicción, ¿cómo puedo estar enamorado de una criminal a la que tendré que arrestar? Le prometí que iba a guardar silencio, jamás defraudaría a una mujer tan preciosa. Sabía que estaba mal, pero la pasión era tan inmensa que ya no podía pensar racionalmente.
Nos seguimos viendo esa semana todos los días. Yo la invitaba a venir a mi casa, para que no tuviera que andar de hotel en hotel. Por el otro lado, Ocampo me apretaba cada vez más, diciéndome que si no resolvía este caso al día siguiente ya no iba a estar en este mundo. Mientras estaba con Tania las horas se me pasaban volando, me sentía como un niño enamorado ciegamente. A la vez recordaba todo lo que mi madre me decía, y sé que en parte tenía razón, soy un fracasado. Podría entregar a esta mujer a la justicia y librarme de toda culpa, pero en vez de eso, estaba enamorándome de ella cada día más.
Un jueves, estaba durmiendo pacíficamente cuando escuché que alguien tocaba la puerta. Bajé las escaleras para ver quien estaba tan temprano aquí. Era el juez Ocampo, acompañado de dos hombres que parecían mafiosos italianos. Me interrogaron, me dijeron que sabían que yo estaba ocultando a Tania Dimitrov, y que yo estaba al tanto de las consecuencias de todo esto. Pude ver que en mi vereda estaba estacionado un Chevrolet negro, dentro estaba la hermosa mujer que había conquistado mi corazón, atada de manos y amordazada. Esa imagen me hizo pedazos. La habían capturado. A pesar de que mi vida era una constante tristeza, mi alma nunca había sentido tanto dolor. Ocampo me hablaba de una manera violenta, me amenazaba y me dijo, rebajándome con la mirada, que Tania confesó que sólo me había usado, que ella no estaba enamorada de mí ni tenía ningún tipo de intención de estar conmigo. En ese instante mi corazón se quebró en mil pedazos. Mi amor profundo por esa mujer no era correspondido y no podía evitar el sufrimiento. A pesar de todo esto, yo seguía observando a la vereda, pretendiendo que Tania me mire y se disculpe, pero no pasó. Noté que ella estaba desatando los nudos que estaban rodeando sus manos, y finalmente pudo salir. Salió corriendo hacia quién sabe dónde. Esa imagen, fue la última que vi, morí viendo a la mujer que más amo liberándose, teniendo esa actitud rebelde que tanto la caracterizaba y que tanto me gustaba. Ella no era una mujer sumisa, era independiente y no le importaba el qué dirán. Quizá por esa razón, un hombre infeliz, lamentable y abatido como yo no era el indicado para ella. Mi alma triste y melancólica no estará en paz ni siquiera en los cielos o infierno, quién sabe.