“Zafiro”, un cuento de Camila Eguez

En el marco de la asignatura “Lengua y literatura”, la Lic. y Prof. Melina Navarro Frutos propuso a sus alumnos de 5° B un trabajo evaluativo final de la unidad “Romanticismo latinoamericano”, que consistió en la producción de textos originales. Algunos decidieron escribir cuentos de su propia autoría, cumpliendo con el objetivo de lector-escritor como interpelador y constructor de sentidos, que responde el eje Oralidad, lectura y escritura. En esta unidad el foco estuvo puesto en la lectura reflexiva de textos literarios variados pertenecientes a la literatura latinoamericana y representativos de diferentes épocas y culturas, en interrelación con otros discursos y lenguajes artísticos.

Por Camila Eguez (5°B)

Año 1926, Buenos Aires.

Desde comienzos de siglo, el teatro obtuvo una gran popularidad en mi amado país. Tuve la fortuna de ver muchas obras de artistas reconocidos, siempre ha sido algo que me apasiona, y al día de hoy está vigente en mi vida continuamente, ya que mi marido Baltasar es el dueño del “Teatro Cervantes”, uno de los mejores de Buenos Aires. De hecho, hoy se cumplen 5 años desde su inauguración y para celebrar haremos una fiesta en el mismo teatro. Se realizará una de las obras más populares de la época: el sainete criollo, la cual refleja la vida de los inmigrantes en los conventillos. Es algo humorística pero también con conflictos trágicos, y a pesar de ser un tipo de teatro de las clases más bajas, es uno de mis favoritos.

Ya nos encontrábamos con Baltasar en el “Cervantes”, y mientras él recibía a gente con cortesía, yo me iba sentando en una de las primeras butacas.

Al comenzar la obra pude apreciar a una actriz que nunca había visto por acá, y mientras más corría el tiempo, más me fijaba en la forma en que se expresaba, la delicadeza y seguridad en la que cumplía con su papel, su dulce voz. Simplemente me quedé asombrada con lo que había hecho, con su persona, y al momento del final creo que he sido la más loca y desesperada aplaudiendo. Sólo esperaba que el presentador dijera los nombres de los actores, y cuando mencionó el suyo, Loli, se quedó rondando en mi mente a la vez que pensaba en las lindas vibras que me había transmitido esa chica con su interpretación.

Durante el festín y copas del vino más caro yendo y viniendo, compartí rato con mi marido, el cual estaba muy feliz, con sus amigos más cercanos y sus respectivas esposas. Luego quise ir a retocarme el labial al toilette, pero en el camino, que por cierto era un pasillo bastante largo y oscuro, vi a un hombre que parecía algo alcoholizado hablándole a una mujer muy de cerca, la acorralaba contra la pared, le impedía zafarse de él.

—No, acá no señor. ¡No moleste!- dijo la chica. Reconocí su voz, pero no podía ver con claridad por la falta de luz.

—Sos una puta, piba. ¡¡Hacelo!!- dijo de una forma todavía más agresiva y amenazante.

En ese momento no sé qué se me cruzó por la cabeza pero, actuando rápido, pasé corriendo por detrás de ese hombre, sostuve a la chica del brazo y la saqué de su asqueroso agarre. La llevé rápidamente al toilette y ya estando dentro trabé la puerta para que el hombre no entre. Se quedó un rato golpeándola, pero se cansó de insistir y se fue.

Observé a la chica. Era Loli, la actriz.

Me agradeció por mi acto de valentía y empatía. No se veía muy alterada, hasta mencionó que cosas como esas le pasaban. Ella ya no estaba con la ropa de su personaje, al contrario, tenía un atuendo arreglado, un atrevido vestido apretado, un corsé, joyas y una boa. A esto lo relacioné con lo que le dijo el hombre, y no pude evitar preguntarle si de verdad era prostituta, a lo que respondió que sí. En ese momento no me importaron los típicos prejuicios que la gente tiene con las prostitutas, yo sabía que ella tenía algo especial.

Nos quedamos hablando como media hora en el baño. Me contó que era italiana y que a los 18 años se mudó acá con sus padres al comenzar la Primera Guerra Mundial. Se habían esforzaron mucho para tener una economía mínimamente estable.

También me contó que el mundo de la prostitución era muy oscuro, pero que lo tomó como una opción viable para ganar dinero. Trabaja en el burdel de la calle Corrientes.

—¡Marga! ¡Margarita!- de pronto se escuchó la voz de mi marido. Loli me miró con una expresión alarmada.

—Mi marido me busca. Quisiera seguir hablando, pero tengo que ir. Prometo volver a verte- me despedí y salí del baño.

Ya estando en mi casa, mientras escuchaba los ronquidos de Baltasar, pensaba en ella. Yo, al haber sido siempre de una clase bastante alta en comparación a otros y con toda mi vida servida en bandeja de oro, nunca me planteé cómo sería la vida de los obreros y los altibajos con los que se enfrentan para poder al menos comer. Mucho menos pensé en las prostitutas, que además de vivir sufriendo, también viven siendo juzgadas y discriminadas por el pueblo.

Tenía tantos sentimientos encontrados. Sentí lástima por esa pobre chica, pero a la vez admiración de lo valiente que era. Tenía una gran curiosidad de conocerla, y si me lo permitiese le ofrecería mi amistad para que se sienta un poco más acompañada. Por eso tomé la decisión de que al día siguiente iba a ir a verla al burdel, pero no podía verme como mujer, tenía que ir vestida de hombre para poder estar con ella.

Al otro día, aproveché un horario en que mi marido se iba a trabajar, pero yo sabía que no era al teatro, sino que a otro negocio que él tenía pero que no me podía entrometer, “cosas de hombres” solía decir Baltasar.

Hurgué en su ropero para robarle un traje, zapatos de cuero, un sombrero y lentes, además me até el pelo para que no se me vea ni un largo mechón.

Llegué al burdel y el ambiente se veía lindo, con candelabros y había un pianista tocando, pero a la vez no se sentía una vibra muy agradable.

Una mujer se acercó a mí, con educación y una actitud engatusadora me preguntó si podía ayudarme. En ese momento me di cuenta que no podía hablar, no iba a sonar como un hombre, entonces hablé en lenguaje de señas, que por suerte lo tenía bien practicado porque mi hermano era sordomudo. En el burdel no había nadie que comprendiera las señas, así que me dieron un papel y escribí: “quiero estar con una señorita, si no estoy equivocado se llama Loli”. La mujer me miró confundida y escribió que en éste burdel no había ninguna Loli, que me podía ofrecer otro o mostrarme todas las opciones de mujeres que tenían. Accedí con su última propuesta.

Me llevaron a una zona más privada del burdel y expusieron a todas las prostitutas que tenían. Eran como veinte. Todas se veían muy asustadas, las trataban como si fueran cosas, esclavas. Entre ellas vi a Loli e inmediatamente la señalé con mi dedo índice. La mujer aprobó mi decisión y escribió en el papel: “Zafiro es una de nuestras mejores mujeres, por eso su precio por una hora es de $1000 pesos, más elevado que el de las otras chicas”. Traía mucho dinero conmigo, así que acepté.

Nos dirigimos a la habitación y escuché que le dijeron que se porte bien, que no haga quilombo y que me complazca en todo. Pobre chica.

Cerraron la puerta y me saqué la ropa masculina para que pudiera reconocerme, ella me miró sorprendida.

—¿¿Marga??- le contesté que mi promesa de volver a verla era cierta.

Luego de un tiempo, la conversación se tornó más profunda y comenzó a contarme por qué la llamaban Zafiro.

—Mi nombre es Loretta Bottiglieri, pero no lo uso porque nos lo prohíben, todas tenemos un apodo. Al mío me lo pusieron cuando empecé con la prostitución, hace unos 5 años, y fue inspirado en el color de mis ojos -es cierto que tenía unos ojos hermosos, como dos piedras preciosas azules- y además, para ellos yo soy su “diamante en bruto”. Me consideran una de las más hermosas de acá, y a la que tienen más respeto.

—¿Por qué le tienen más respeto?- pregunté.

—Porque yo soy la favorita del “Toro”, nuestro proxeneta. Siempre me elige a mí en cualquier circunstancia, y él fue el que me ofreció este trabajo cuando me vio en ese bar. Recuerdo que me dijo que era muy hermosa, que debía aprovechar esa belleza, y que tenía una oferta que podría interesarme. Y ahí acepté creyendo que podía sacar adelante a mi familia, pero no fue lo que esperaba. Firmé apresuradamente el contrato y desde ese momento me hice parte de su propiedad, y no puedo escapar de eso.

La miré con una expresión de pena, la agarré de la mano para mostrarle mi apoyo y que la entendía. —¿Cuándo empezó a actuar en el teatro?- le pregunté.

—Eehh, solíamos quedarnos hablando con el Toro luego de tener relaciones, y un día le dije que me gustaba mucho el teatro y que mi sueño era ser actriz. Él se contactó con un colega del teatro y consiguió trabajo para mí, pero el Toro me puso algunos requisitos: no debo actuar todo el tiempo, sólo algunas veces por mes, y tampoco debo hacerme llamar por mi nombre real ni por Zafiro, y de ahí surgió el “Loli”, una versión más corta de Loretta. Y por último, debo seguir priorizando mi trabajo como prostituta antes que la actuación.

—A pesar de todo, el Toro le dio muchos privilegios, él no es tan malo con usted- dije sorprendida al ver que ese hombre sentía algo muy profundo por Loretta.

—Sí, la verdad es que por ese lado le agradezco, porque si él no me tuviera tanto aprecio me trataría como las demás, o sea que peor. 

Cuando ya había pasado la hora que pagué, sonó una alarma que indicaba que debía salir. Me cambié, me despedí de Loretta y me fui sin levantar sospechas.

Días pasaron, nos fuimos conocimos más y más, y yo cada vez iba a más seguido a verla. No sé qué pasó en mí, nunca me había interesado tanto en alguien. Supongo que me atrapó su misterio, su vida tan diferente a la mía, y eso me hacía pensar que la mía era muy aburrida, nunca un torbellino que movilice mi rutina ordenada. En cambio, ella sí que tuvo y lidió con ellos por sí sola como la mejor, y hasta el día de hoy lo hace estando en esa asquerosa cárcel, algo que admiro profundamente.

Además de eso, yo estaba experimentando un sentimiento totalmente diferente hacia Loretta, cada vez que pensaba en ella o conversábamos sentía un ligero cosquilleo recorriendome el cuerpo e instantáneamente se me ponía una sonrisa en la cara. Su cálida presencia me acobijaba, y me encantaba escuchar su risa contagiosa y ver cómo esos ojos azules tan bellos se le achinaban… ¿Qué me está pasando? Es algo como ¿cariño?, pero no de amistad, sino algo más profundo, algo así como lo que siento por mi marido, esas ganas de estar todo el tiempo con esa persona porque sabés que no te vas a cansar de ella- ¡No! Pará Marga, ¿qué estás diciendo? ¡Es una mujer! No me puede gustar una mujer, no soy como esas personas trastornadas, además de que Dios no me lo perdonaría ni nadie. ¡Quítate eso de la mente! Seguro estás algo confundida

Debido a esa gran confusión que me surgió, no fui al burdel como por dos semanas, además de que no quería desaparecer mucho tiempo de mi casa porque llamaría la atención de Baltasar, y no de una buena forma. Ir a ver a Loretta era un gran secreto para mí, imagínense que alguien se enterase que yo siendo mujer voy a un burdel vestida de hombre para estar con una prostituta. 

A pesar de que mi mente quería evitarla, no podía, siempre algo me recordaba a ella, y mis ganas de verla eran inexplicables. Así que, de forma impulsiva, volví al burdel ese día.

Ya estando en la habitación me dio un abrazo cálido y dijo que me extrañó, y a continuación me preguntó por qué había tardado tanto en venir, a lo que le di una excusa tonta.

Seguimos hablando como siempre, ella contándome sus aventuras y yo haciendo comentarios inútiles sobre mi vida rica y “perfecta”. Pero en un momento le hice una pregunta que me causaba mucha intriga, quería saber con qué más me podía sorprender ésta chica.

—¿Qué fue lo más loco que hiciste pero que te gustó mucho hacer?

—Mmm -se quedó pensando un rato- para mí no es tan loco o raro, no sé cómo te lo tomarás vos pero, en Italia me besé como a cinco chicas.

Yo me quedé quieta mirándola, sorprendida. No sabía qué decir. Ella rió.

—Tranquila, se que suena extraño, pero hay cosas más allá de las relaciones entre hombres y mujeres, y aunque nos vivan repitiendo que están mal, que somos unos enfermos, que iremos al infierno, en realidad no hacemos nada malo, sólo es amor.

Eso que dijo se me quedó grabado y le encontré la lógica. Es verdad lo que dice, es sólo amar, con la diferencia que no es alguien de tu sexo opuesto, pero es eso, amor.

También, inconscientemente, lo relacioné con el sentimiento raro que traía con Loretta. Inmediatamente me dio algo de tranquilidad que en realidad no estaba sintiendo nada malo- entonces, ¿acaso lo estaba aceptando?

Ella me observaba y me sacó de mi burbuja preguntándome en qué estaba pensando.

—Eehh, no sé. Con respecto a lo que dijo, creo que yo alguna vez sentí algo por una mujer, aunque en realidad siempre me gustaron los hombres—dije algo avergonzada.

—Tranquila -dijo riendo- te entiendo, me pasa lo mismo, no tiene por qué avergonzarte. Para cambiar de tema te voy a hacer una pregunta ahora yo. ¿Me puede decir de verdad por qué no vino a verme en tanto tiempo- Me quedé más helada aún ¿Que iba a contestar? Ella sabía que tenía algo para decir.

—Eehhh- me quedé pensando un buen rato mi respuesta mientras ella me esperaba curiosa, con una expresión que me retaba a que diga la verdad- No vine porque no quería desaparecer mucho de mi casa, no quería que nadie se enterase que voy casi todos los días a verte/

—¿A ver a la chica que te gusta?- completó mi frase. No era lo que quería decir en realidad pero a la vez sí lo era.

La miré sonrojada y con la cabeza baja, a lo que ella me agarró la mandíbula suavemente y dijo: “también me gustas tonta”, y me besó. Fue un beso muy dulce pero que me contagió miles de emociones. Sentí una sensación de cosquilleo inexplicable por todo mi cuerpo. Luego despegó sus labios de los míos. Me acarició delicadamente mi rostro con su mano suave como seda, transmitiéndome así tranquilidad, y me miró a los ojos como si estuviera preguntándome si podía continuar, se lo autorice con una sonrisa.

De lo que quedó del tiempo, nos la pasamos besándonos y enrollándonos entre las sábanas. Fue como un sueño, ¿de verdad esa era yo? Nunca lo hubiera imaginado.

Salí del burdel con una cara de tonta enamorada, y así estuve muchos días, recordando todo lo que había pasado, aunque por dentro sentía algo de culpa por lo que estaba haciendo. Estaba casada, eso era inaceptable, y mucho más que esté con una mujer, pero parece que esa situación de rebeldía me gustaba porque seguí yendo muy seguido a ver a Loretta.

Cada momento con ella era mágico, nos divertíamos tanto aunque en realidad siempre hacíamos lo mismo, besarnos y disfrutar de nuestras conversaciones largas. Estaba descubriendo una nueva faceta de mí, y eso me agradaba, porque toda mi vida estuve tan cómoda, demasiado, que nunca salí a conocer el mundo, y en ese momento, Loretta era mi nuevo mundo.

Semanas, meses pasaron. Todos los momentos con ella eran muy felices y entretenidos, pero hubo otros en que nos hacíamos compañía mutua para aliviarnos emocionalmente, como pasó un día en el que Loretta tuvo lastimaduras en el estómago, moretones y una cicatriz en la cara porque el día anterior su cliente se volvió muy violento con ella. Por suerte lo echaron porque capaz que sino la cosa hubiera sido peor. Ella me contaba que estaba harta de la prostitución, de que hombres utilicen su cuerpo como un objeto para satisfacerse, de ser una máquina totalmente explotada para hacer dinero. Y sí, yo pensaba lo mismo, me daba mucha tristeza saber por lo que pasaba, no soportaba verla sufrir. Sabía que era una mujer fuerte, pero su situación era un peso muy grande y doloroso, y eso hacía que sintiera la inmensa necesidad de sacarla de ahí, pero era muy difícil. Hasta la policía e instituciones importantes del Estado eran cómplices de la trata de mujeres y la prostitución. ¿Qué podíamos hacer?

Llorábamos juntas por la angustia que nos daba, y mi sentimiento de cuidarla y de darle todo mi cariño era más grande que yo. Sentía que quería estar para ella en cada momento sacándole una sonrisa.

Yo la acompañaba en sus sufrimientos, pero ella también en los míos. Me estaba invadiendo la culpa del engaño, de estar ocultándole a mi marido algo tan fuerte, pero así tenía que seguir la cosa. Por el momento no quería despegarme de Loretta, y tampoco podía abrir la boca, porque no sé qué pasaría. Sería el hazmerreír del pueblo, una vergüenza para todos, una puta que engañó a su marido, y una enferma. Ese era mi mayor miedo, pero me aliviaba el hecho de tener a Loretta a mi lado apoyándome.

—¡¿Qué voy a hacer?! ¿Por cuánto tiempo más voy a ocultar este secreto?- ella me quitaba las lágrimas con delicadeza.

—No sé, Marga, no sé si podrás contarlo algún día. Vos, conociendo a tu marido, ¿cómo crees que reaccionaría?

—No sé. A nadie le cae bien una traición, y menos si es algo que no es visto como normal. Pero no sé, no sé si me perdonaría y seguiríamos cada uno con sus vidas, o si llegaría al otro extremo de matarme. Lo único de lo que estoy segura ahora es que no me quiero alejar de vos, sos todo para mí.

—Vos también sos todo para mí, Marga. Agradezco por habernos encontrado en el mismo camino y así enamorarnos. Te agradezco por ser la razón por la cual sonrío- dijo entre lágrimas. No aguanté más y la besé con un gran sentimiento.

—Prométeme que aunque algo grave pase y tengamos que separarnos, igual seguiremos estando juntas—ella afirmó y concretamos la promesa con un beso que demostró todo lo que sentimientos la una con la otra.

Llegó un día en que a Loretta se le permitió actuar en una obra en el teatro, por lo que obvio fui a verla acompañada de Baltasar, y como siempre lo hizo de maravilla. Tenía que disimular para que no se vea nada sospechoso.

Al finalizar cada obra, mi marido siempre se queda hablando con gente, por lo que organicé con Loretta de encontrarnos en el toilette para estar al menos un rato juntas.

Nos encontramos ahí, y después de felicitarla se desató la pasión entre nosotras. Entramos en uno de los baños y seguimos besándonos. Estábamos tan centradas en lo nuestro que ni siquiera nos dimos cuenta que podía entrar gente al toilette y descubrirnos.

En un momento nos separamos sobresaltadas porque Loretta vio de reojo a una mujer que estaba espiándonos subida a la tapa del inodoro de al lado. Era una de las esposas de los amigos de Baltasar.

—Marta, por favor, no le digas a nadie, no le digas a mi marido— le rogaba yo. Ella me miraba con asco, pero al final prometió que iba mantener la boca sellada. Le agradecí casi arrodillándose.

Cuando volvimos a casa, Baltasar estaba normal, como si no se hubiera enterado de nada. Más agradecida estaba de Marta.

Al día siguiente volví a ver a Loretta. Al entrar la abracé inmediatamente.

—Tenía tanto miedo de que pase algo, de que se haya enterado mi marido de lo de ayer, pero al final parece que esa mujer mantuvo su promesa- me separé de ella y vi su cara, tenía una expresión extraña.

—Marga, tengo que decirte algo. Te lo oculté mucho tiempo pero no aguanto más- la miré confundida, exigiendo una explicación de lo que sea que tenía que decirme- Conozco a tu marido. Reconocí su voz cuando nos conocimos por primera vez, cuando te llamó porque no te encontraba. ¡Él es el Toro! -me quedé perpleja- Sé que te mentí, pero no podía decirte que el hombre con el que estás casada tenía toda una vida mafiosa oculta, y que te ponía los cuernos conmigo. Perdoname- se veía muy arrepentida.

De pronto se escucharon unos golpes fuertes en la puerta, nos desconcertó a las dos.

—¡Zafiro! ¡Abrí la puerta!- ¡era Baltasar!

Loretta me miró desesperada y me dijo que me esconda. Me puse debajo de la cama.

Abrió la puerta. Él entró de forma violenta, parecía enojado. Se sentó en un sillón y se sirvió de un whisky que había ahí. Yo lo miraba con un asco, una decepción, un dolor inmenso. ¿Cómo puede ser que me haya casado con este ser humano? ¡¿Cómo puede ser que haya estado tan ciega?! Éste era su negocio “para hombres”, un sucio burdel.

—Lo veo muy estresado, señor. ¿No le gustaría unos masajes?— dijo Loretta actuando como si nada hubiese pasado.

—No, no quiero, gracias Loretta. Y sí, tiene razón, tengo una bronca—decía mientras bebía desesperado el whisky.

—¿Qué le pasa, señor?- ella se puso atrás de él para intentar hacerle unos masajes en el cuello.

—Vos deberías saber, querida- le agarró la muñeca fuertemente. Loretta se puso nerviosa y yo también. No me digas que Marta se lo dijo.

—¿De qué habla?

Él se levantó del sillón y la arrastró hacia la cama- Me dijo un pajarito algo que hiciste que está muy mal.

—No sé qué dice, señor.

—Ah, no. Lo sabés muy bien asquerosa. ¡Sos una desviada de mierda, y estuviste con mi mujer!- la tiró a la cama acorralándola completamente. Al escuchar eso no podía más de los nervios -¿Cómo vas a hacerme eso a mí? Yo entregué TODO por vos, todo mi corazón. ¡Decepcionaste al que te dio un hogar, su amor verdadero, la oportunidad de vivir y no morir cagada de hambre con toda tu familia! ¡¿ Y de ésta forma me lo agradecés?!- se escuchaba la respiración agitada de Loretta. ¡¿Qué voy a hacer para sacarla de ahí?!- Mirá mi Zafiro, me va a doler mucho matarte por lo que hiciste, pero por eso tengo que aprovechar mis últimos minutos con vos- se comenzó a escuchar los botones del pantalón desprendiéndose y los gritos de desesperación de Loretta. ¡La va a violar!

Salí debajo de la cama y me abalancé arriba de él, no podía dejar que le haga daño.

—¡Dejala en paz!- le clavé las uñas en los ojos, él gritó y se estremeció por el dolor. Ayudé a Loretta a que se levante.

—Ahhh, pero mirá a quién tenemos acá. ¡Que alegría! Dos pájaros de un tiro. Debería matarte antes a vos después de haberme enterado, gracias a mi amante, de que sos una hija de re mil puta —me puse tan nerviosa que ni tome en cuenta haberme enterado que Marta era su otra amante. En ese momento, golpeó la botella de whisky en el suelo, su arma se dirigía a mí.

—¡Nooo!- Loretta me corrió y se expuso ella para ser asesinada. Caí al suelo y vi la terrorífica escena. A Baltasar ni le importó que ella no haya sido yo, aprovechó la situación para clavarle con más presión todos los cristales filosos de esa botella.

Me tapaba los ojos mientras gritaba desgarradoramente. No podía ver eso, no podía ver a mi marido matando a la mujer que amaba y que había entregado su vida por mí.

Él terminó satisfecho y salpicado de sangre por todas partes. No podía escapar, no había salida, yo iba a terminar igual. 

—¿Y? ¡¿Qué vas a hacer conmigo, Baltasar?! -le grité—¿De verdad no tenes ni un mínimo sentimiento de empatía hacia mí? ¿Así tan sólo planeas castigarme? ¡Soy tu esposa! ¿Acaso nunca me amaste?

—Sí, te amé en un principio, pero después me aburrí de vos y me enamoré de la trola esa. ¡No me importás, Margarita, ni en lo más mínimo! Afectaste mi imagen ¡Ahora soy un cornudo! Y me da asco que me hayas engañado con una mujer, con MI MUJER, y por eso no te lo puedo perdonar. Lo único que te queda es elegir. Preferís morir así, como tu amiguita con la que fornicas, o ser una de mis putas. No tenes más opciones.

Prefería mil veces morir de esa forma que aguantarme años de tortura.

—Matame, Baltasar. ¡Matame!

—Con gusto

Me paré enfrente de él, con los brazos ligeramente abiertos para demostrar que me entregaba, que haga lo que quiera conmigo. Cerré los ojos esperando mi muerte. Cada movimiento que él hacía lo sentía como si estuviera en cámara lenta. Los cristales clavándose dentro mío eran como miles de balas atravesando y quemando mi cuerpo. Caí al suelo por el impacto que me generó, y mientras seguía sintiendo cómo se cortaba mi piel, pensaba en que por lo menos, muy pronto volvería a ver a Loretta, la persona la cual me enamoré como nunca lo había hecho.

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