Mónica Merlo recuerda la huella de José Giménez en el IES

¿Habrá alguien que transitó los pasillos del IES y no lo recuerde?

Creo que no. Él era simplemente José. Recorría la escuela y hablaba con todos. Tenía un modo particular de decir las cosas, nadie lo cuestionaba. Era generoso, de manera silenciosa. Ayudaba anónimamente a quienes tenían dificultades.

La escuela era su casa, podías verlo en cualquier hora del día, la vereda era testigo de sus ratos de descanso con un cigarrillo en la mano. Él era el gurú de los preceptores, todo lo sabía, todo lo podía. Conocía cada rincón y tenía las llaves que abrían todas las puertas.
Iba a todos los viajes, ¿cuántos estudiantes viajaron con José? Cientos, ellos se sentían libres con sus gestos cómplices pero también cuidados y protegidos por él.

Cuando pedí al equipo de preceptores “escriban algo sobre José”, me encontré con esto:

– Un ser con corazón de oro

– José fue solidario, atento a las necesidades de los demás, brindando silenciosamente su ayuda

– José era una persona que estaba en todos los detalles, duende del colegio, sincero y bondadoso

– Un gran compañero que supo hacer muchas veces de padre y confidente de proyectos

-Un gran maestro que supo enseñarnos a “su manera”

– Siempre colaboraba con los que lo necesitaban, gran compañero y gran consejero.

– Gran compañero que supo dar sabios consejos y enseñar todo lo que sabía

– Cuando me encuentro con ex alumnos siempre tienen un recuerdo positivo de José

José se fue de manera silenciosa, sorpresiva, inentendible. Una mañana llegamos y él se había ido.

Soltamos palomas, pintamos murales en su memoria. Aún es posible verlo cuando un recuerdo lo trae de nuevo al lugar que él había elegido para habitar, una escuela que amaba y que a cinco años de su partida lo recuerda así. Simplemente José.

image_pdfimage_print