En el día del maestro, Graciela Theiler repasa su trayectoria a días de su jubilación: “creo que no voy a salir nunca de la docencia”

En el mes de septiembre, Graciela Theiler deja de hacer lo que hizo todos los días desde 1990: habitar las aulas del IES. Con más de 34 años de docencia, Graciela se despide de una etapa para encontrarse en el inicio de una nueva, en la que seguramente también podrá encontrar la forma de desplegar su vocación: enseñar. En la víspera del día del maestro, “la profe Theiler” reflexiona acerca de una profesión tan desafiante como gratificante.

En la sala de profesores, y cerca de las fotos que recorren la historia del colegio que la vio crecer como profesional, Graciela recuerda que al otro día de recibirse de Profesora de Matemática, Física y Cosmografía ya tenía una propuesta laboral. Sus primeros alumnos fueron de su misma edad e incluso mayores, ya que las primeras horas que tomó eran en una escuela para adultos. Lejos de resultar un problema la diferencia de edad, la joven profesora vivió esa primera experiencia con mucha alegría, con varias anécdotas que cimentaron su vocación.

Luego de seguir algunos caminos de la vida, Graciela llegó a Córdoba y, poco después, a Villa Carlos Paz. Si bien tomó horas en otros colegios, la vacante de horas y algo en el espíritu del IES hicieron que quisiera hacer del colegio su único lugar de trabajo. Sin embargo, el ejercicio de la docencia no se limitó a su horario de trabajo. Su familia es y ha sido testigo de los fines de semana que dedicó a estudiantes para explicar algún tema o ejercicio que les complicaba la vida. Si no, ella recibía con gusto a sus compañeros de la carrera de Analista en Sistemas para explicarles con la misma paciencia que tenía en el aula alguna unidad complicada. Día de semana o fin de semana, Graciela estaba disponible para explicar. Por eso es que hoy, 34 años después de su primera clase, es que puede decir con una sonrisa: “yo creo que no voy a salir nunca de la docencia. Yo creo que es un estado”.

Desde el otro lado, desde el banco del alumno, siempre había un momento de sufrimiento, de duda, de desánimo. Graciela sabe juzgar sus caras y sabe cuándo es momento de aplicar algunas de las técnicas que más de un alumno va a recordar: “a veces sin querer iba dando una explicación y cantaba un rap”, dijo, sin que quede claro si era ella o los alumnos los que más disfrutaban del show. Lo que si queda claro es que el aula fue para Graciela un lugar diferente al resto de sus espacios: “entraba al aula y el mundo cambiaba”.

Pero tampoco es cuestión de dejar que las apariencias engañen. Más de 30 años de docencia no son garantía de tener un manual para el resto del camino: “uno siempre es principiante. Desde el momento que trabajamos con personas, que son diferentes, todas son situaciones nuevas y distintas. No hay una receta, pero hay que ir reformulando. Todo va evolucionando, todo va avanzando”. Prueba, error, otra prueba, otro error, hasta que se abre el camino y se logra llegar al alumno: “celebro los avances de cada chico y realmente me generan un gran estado de felicidad, y cuando por ahí no puedo avanzar digo ‘¿en qué me estoy equivocando que no puedo acceder’. Duele”. Inmediatamente, Graciela se refiere al equipo del IES que acompaña su trabajo, y que sostiene las dificultades para encontrar la forma de avanzar: “hay todo un equipo trabajando cuando hay chicos que necesitan alguna atención diferente o un modo diferente de abordaje de los contenidos. Tenemos siempre a las psicopedagogas que nos están tirando alguna otra idea, que combinan para que puedas dialogar con los papás. Igual hay chicos que van quedando, chicos que tienen heridas internas, profundas, que nunca vamos a conocer, que desde nuestro puesto podemos ayudar pero no cerrar. El intento siempre está”.

El “nosotros” que Graciela desliza en la conversación no es accidental. Cuando habla piensa en sus compañeros, no solamente profesores, sino todos los que a diario circulan por el IES. Hay algo en ellos que los identifica como profesores de este colegio y que es lo que Graciela más va a extrañar: “yo siento y digo que es un gran equipo de trabajo, y que no es solo el equipo que tiene que ver con mi área, porque hemos organizado trabajos colaborativos con geografía, con lengua, y está siempre la predisposición, la apertura”. Esto queda claro, también, en sus conversaciones con colegas, especialmente aquellos que se incorporaron recientemente al IES: “hay profesores que dicen ‘quiero tener más horas acá porque me siento muy cómodo’, y me alegra que digan eso porque somos una parte que hace que esa gente que está entrando se sienta de esa manera. Siento que esto es una gran familia”.

Ahora empieza una nueva etapa en su vida, aunque tal vez no tan nueva: “no sé qué es lo que se viene. De hecho, todavía no he salido de la docencia”. Graciela tiene la posibilidad de ingresar a un nuevo trabajo, pero por ahora cree que es momento de disfrutar de su tiempo libre y, cuando se sienta un poco inquieta, podrá volver a preparar alumnos en su casa.

Hacia el final, “la profe Theiler” compartió una escena favorita de su paso por el IES y dejó algunas ideas para aquellos que estén por ingresar a la docencia. Su momento favorito es, en realidad, una imagen que se repite año a año: “es lindo que los chicos te busquen. A mí me llenaba de emoción que todos los fines de año estuviera en la lista de profes que los chicos elegían para la entrega de diplomas. Eso realmente me llenaba de emoción. Era la calificación de mi trabajo, de que algo bien estoy haciendo”.

En cuanto a los jóvenes docentes, Graciela insiste en una sola idea: “hay que llevarlo adentro”. Lejos de ser una opción entre otras, o el “plan b” de una carrera que no salió como se esperaba, la docencia debe ser una elección en sentido estricto: “creo que el que se para frente a un aula lo tiene que sentir adentro. Recibimos a una persona como un diamante en bruto, y todos somos responsable de pulir a esa persona, y si nosotros lo estamos haciendo con desgano, los chicos se dan cuenta y yo creo que lo padecen. Ellos no tienen la culpa de que uno sea un frustrado”.

Las últimas palabras de este encuentro con Graciela bordean la emoción de su despedida: “Estoy inmensamente agradecida a este colegio por todo lo que me dio”.

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