En el marco del proyecto Ríos de Tinta dirigido a todos/as los/as estudiantes de 1° y a cargo de las profesoras Gabriela Rodríguez y Pamela Ruíz se continua en el proceso de escritura de textos originales de nuevas leyendas que hablen de nuestra cultura y de quienes somos. A continuación, compartimos una nueva entrega de alumnos de 1° B y D, que conformará la antología digital de este año.
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Leyenda del cerro de los siete colores
Por Tiziano Barbero Graf, Franco Grosso Berioli, Mora Engerlani, Jana Bosio, Enzo Soilán y Kiara Montoya (1° D)

Hace mucho tiempo, en la actual provincia de Jujuy, habitaba una tribu llamada tillian. Ellos gozaban de un lugar sagrado: el cerro. Así, cada mes de septiembre celebraban una fiesta en su honor y le agradecían por todo lo que les daba. Todo era alegría en cada encuentro, pero un día el suelo empezó a temblar. Los integrantes de la tribu, asustados, comenzaron a bajar del cerro; éste se levantó, se abrieron dos grandes alas y una enorme cabeza, una criatura salió volando dejándolos paralizados y sin el cerro.
Con el pasar de los días el pueblo empezó a quedarse sin recursos para la vida. Todos desesperados le pedían al sabio que les explicara lo sucedido; él les dijo que el dios del cerro estaba enojado porque pedían mucho y cosas que la naturaleza no les podía dar.
Entonces el sabio habló con el dios, quien le dijo que toda la tribu debía ir a disculparse. Poco tiempo después, todos brindaron ofrendas y pidieron por el regreso del cerro: “Sí, se los voy a devolver, pero con una condición, que sean prudentes con lo que sacan de la tierra”, respondió el dios.
Semanas más tarde los recursos habían vuelto; también el cerro y con una particularidad, el dios se los había regresado con colores para que les diera alegría cada jornada.
De esta forma, nace el cerro de los siete colores.
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Leyenda de la uva
Por Renata Quevedo, Renata Bálsamo, Luca Planes, Luciano Giordano, Simón Macagno y Theo Dumont (1° B).
Hace mucho tiempo, cerca de la precordillera mendocina, existía un pueblo indígena, los huarpes. En esa tribu vivían dos jóvenes amigos, Asiri y Shullka. Asiri era una chica de tez morena y cabello negro azabache, muy hermosa; y Shullka era un muchacho alto y fornido con pelo marrón y ojos negros.
En algunas ocasiones su tribu realizaba rituales en los que sacrificaban un animal en una fiesta alrededor del fuego. Ese año fueron elegidos Asiri y Shullka para atrapar al animal, debido al buen trabajo que realizaban juntos y por la confianza que se tenían el uno al otro.
Así es que emprendieron camino hacia la cima de la montaña, ya en la mitad del trayecto encontraron una cueva.
-¡Mira, una cueva!- dijo Shullka.
– Entremos a ver si encontramos algo- expresó la muchacha.
Entraron, y para su suerte estaba lo que buscaban, lo atraparon y lo llevaron con la tribu.
Más tarde, cuando estaba atardeciendo, iniciaron la fiesta y prendieron el fogón, todos danzaron sin descanso. A la mañana siguiente recolectaron las cenizas del animal y las enterraron en la tierra. Semanas después, observaron una planta con frutos nunca vista, un racimo del que colgaban “bolitas” de color violeta y que resultaron realmente deliciosas. Decidieron llamarles uvas, fruto que representa la amistad y el amor de los dos jóvenes.