“Grau, teurer Freund, ist alle Theorie und grün des Lebens goldner Baum”
(“Toda teoría es gris, querido amigo, y verde es el dorado árbol de la vida”)
Johann Wolfgang Von Goethe
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Durante la década de los 90, las Ciencias Sociales han experimentado en su interior una renovación fruto de la influencia de las teorías feministas, de los diálogos interdisciplinares más abiertos y constructivos (sobre todo entre Historia, Antropología y Psicología), de la atención prestada a las teorías y sociologías del discurso, entre otros tantos hitos.
Ahora bien, si la renovación del campo disciplinar reduce su actualización a lo conceptual y metodológico, quedaría trunco su viaje hacia la explicación y/o comprensión de los fenómenos sociales.
La renovación de los campos de estudio de las diferentes disciplinas científicas integrantes de nuestra curricula trae muchas veces la posibilidad de ampliar la visión del campo observable de la experiencia humana.

Las ciencias sociales y las humanidades, en su afán de conseguir aquel status científico semejante al de las llamadas “ciencias duras”, han cometido el error –ya sea por negligencia, impericia o mera comodidad– de abandonar determinados tópicos que no calificaban como “científicos”. El status de “objeto de estudio” dejaba en claro que primaban los temas sociales, económicos, políticos, militares y culturales en la medida que estos fuesen los de la “alta cultura”.
La construcción de modelos explicativos lógicos, que adscriban a la racionalidad económica costo-beneficio, o que se construyan en aras de esa tan anhelada “objetividad” que hace a todas las ciencias, ha relegado a lo más recóndito de nuestra comprensión elementos constitutivos claves de las personas y su manera de relacionarse en el espacio público y privado; estamos hablando de lo que a grandes rasgos denominaremos lo afectivo.
Es en este contexto de renovación, que mediante la incorporación de las teorías de los cuerpos, del discurso, del psicoanálisis, de la geografía cultural y de la antropología simbólica y de la sociología, se da el llamado “Giro afectivo”. Este giro intenta redescubrir e incorporar la utilización de las emociones y la circulación de los afectos en la modernidad.
Pensando desde la propia experiencia en las asignaturas “Cs. Sociales – Historia”, “Ciudadanía y Política”, “Ciudadanía y Participación”, “Problemáticas Éticas y Políticas”, “Sociología” y en los espacios destinados a la enseñanza de Educación Sexual Integral, resulta interesante poder observar que el análisis de dichos elementos afectivo-emocionales, su producción, re-producción y circulación en la cotidianidad política –o en la vida cotidiana si se quiere− se visibiliza por construcciones discursivas tales como “la revolución de la alegría”, “la suprema felicidad del pueblo”, “la campaña del miedo” y otros ejemplos. O podemos pensar los espacios, instituciones sociales, consumos, formas de vivenciar lo sexual y amoroso que son guiados por lo sentimental. Todos estos aspectos expresan la existencia de un fenómeno social merecedor de ser analizado y enseñado a nuestro estudiantado.
Ahora bien, entender que los afectos son meros esquemas psicológicos individuales nos retrotraerá a construcciones atomistas de la sociedad. Sería reforzar el sentido común individualista. Por tanto es importante incorporar la idea central de que las emociones son no sólo dichos estados psicológicos, sino también construcciones en la esfera pública que se encuentran incorporadas a la praxis política interpersonal y nos imponen espacios de deseabilidad −un norte en nuestra vida guiado por lo que nos genera “buenas emociones”– o “extranjerizan” a otros sujetos, objetos o lugares sociales en tanto son ejes del miedo o del terror.
Ahora bien, ¿de qué sirve pensar lo afectivo como objeto de enseñanza? Más bien, ¿qué objetivos buscaríamos concretar y qué metodologías utilizaríamos para poder explicar algo tan personalísimo como el sentir humano?
Primeramente podríamos pensar en los acuerdos didácticos sobre pensamiento crítico y creativo, en tanto que la incorporación del giro afectivo acarrea un análisis detenido de nuestros sentimientos, rompiendo con relaciones automáticas entre la acción y sus objetivos. Por ejemplo, el deseo personal o grupal de conseguir o lograr X y la felicidad o plenitud como meta a alcanzar.
El objetivo, de este modo, se clarifica, llevándonos a considerar la suspensión de naturalizaciones afectivas. “Si yo soy de tal forma”, “si deposito mi felicidad en…”, “Me alejo de… porque me genera temor”. Podríamos preguntarnos ¿de dónde proviene el sentimiento positivo/negativo que orbita mi apreciación de tal objeto o situación?
¿Es realmente un asunto personal o es político y, por lo tanto, social y comunitario?
En segundo plano, podríamos pensar en la creación de nuevas redes afectivas, más democráticas, más humanas, despojadas o tendientes a despojar de univocidad a los caminos emprendidos por los sentimientos: libertad también es libertad de crear sentimientos y expresarlos.
Metodológicamente el giro afectivo se emplaza dentro de los análisis discursivos. La trama de las narrativas personales, la novela individual y grupal
¿De qué felicidad o tipo de amor nos habla la novela romántica? ¿Quién es aquel o qué es aquello que nos espanta en las películas de terror que consumimos “para tener miedo”? ¿Por qué cada vez se buscan más experiencias límites en lo corporal y sentimental? ¿Existe una anestesia o anomia en nuestra capacidad de sentir y/o empatizar?
Dar una respuesta de “cuestiones personales” a tales preguntas convendría en tanto simplificación del problema, mas la incorporación de perspectivas intenta ampliar los análisis, no reemplazando, sino complementando, suplementando y mejorando las experiencias de enseñanza y de aprendizaje.
Quizás la idea de racionalizar, o más bien analizar en los términos de las ciencias sociales, un aspecto tan íntimo como la sentimentalidad genere perspicacias, pero si se lo piensa, la lectura de los territorios sentimentales de manera consciente habilita la posibilidad de un auto-conocimiento y de una mutación en la práctica política en su concepción más amplia.
Las aulas y la institución son construcciones en forma de red en donde la sentimentalidad juega un rol importantísimo. Construimos disciplina, relaciones interpersonales, gestión, adscripción al IESS en gran medida apelando a las intersubjetividades emocionales. Si la realidad vivida es tal que lo afectivo nos atraviesa, ¿por qué no hacer de ella un objeto de estudio, análisis, y finalmente, una herramienta y método de cambio positivo?
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Bibliografía Recomendada
– Ahmed, Sara (2015) La política cultural de las emociones. México D.F. México: Universidad Autónoma de México. Programa Universitario de Estudios de Género.
– Ahmed, Sara (2019) La promesa de la felicidad. Una crítica cultural al imperativo de la alegría. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina : Caja Negra Editora
– Arias Maldonado, Manuel (2016) La democracia sentimental. Política y emociones en el siglo XX. Barcelona, España: Página Indómita Editorial.