¿Qué es una narradora oral? La Profesora Andrea Arribas toma la palabra

En el año 2008, con mi compañero de vida y nuestra niña armamos los bolsos y nos vinimos a vivir a Villa Carlos Paz, convencidos de este camino y de que una librería sería el proyecto de la familia. Siempre digo que tener una librería es como una panadería, es un trabajo de oficio, un espacio cálido con un aroma inconfundible donde quien entra, inspira profundo y dice “que rico olor a libro”. Elegimos el nombre El Fauno, un personaje mitológico que encontramos deslumbrante; protector, guía y transmisor de la sabiduría de la tierra. En poco tiempo nos conectamos con las maravillosas personas de esta ciudad, que comparten la misma pasión por la literatura. Ellos nos acompañaron en un proceso, la librería debía ser además, un espacio abierto a diferentes expresiones culturales de las letras. Así, de la mano de narradoras orales de la ciudad, comenzaron las Rondas de Cuentos, dedicadas a la animación a la lectura para el público infantil. Gracias a estas rondas, por la librería pasaron las más bellas historias de la mano de narradores de todo el mundo.

No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que mi camino es la narración oral, es una actividad que enamora, que llena el alma y la deja tibia y suave, como migas de pan para alimentar a los pichones que caen en una tormenta. Mi formación comenzó en la ciudad de Córdoba, de la mano de la escuela de Cuentería NaRRaCuentos, donde durante cinco años asistí ininterrumpidamente, y a donde vuelvo siempre que los tiempos me lo permiten a empaparme de la magia y experiencia de grandes maestros y compañeros a los que admiro y respeto profundamente.
La primera vez que conté un cuento, me sentí danzando en un caleidoscopio, rodeada de colores y luces que no cesaban de brillar y de bailar conmigo. ¿Quién no querría hacer eso toda la vida? ¿Quién no querría compartirlo con todo el mundo?
Actualmente la narración oral crece, a paso lento pero firme en todo el mundo. Es cierto que los narradores nos enfrentamos a obstáculos permanentemente, es un arte poco conocido, tenemos que batallar con pantallas, luces, tiempos de atención cada vez más reducidos y no contamos con muchos más artilugios que nuestra voz y nuestras ganas de decir. Sin embargo hoy en día, al mirar a un niño (y no tan niño) a los ojos y decir las palabras mágicas “Había una vez”, el tiempo se detiene por un segundo y allí ocurre el milagro, los sentidos se agudizan, la piel se eriza, las emociones se movilizan, la imaginación se despierta y crea imágenes para cada palabra y silencio que se escucha. Nos miramos a los ojos, compartimos suspiros, recorremos juntos la poesía de la vida. Los cuentos nos dan la posibilidad de entrar en la piel de otras personas, sentirnos como animales, construir memoria, vivir otras épocas, hacer lo imposible, como en los sueños, pero con la atención total de la vigilia. Los cuentos humanizan, inquietan, enseñan, revelan las infinitas posibilidades de habitar el mundo.
Para mí, la necesidad de contar nació conmigo, siempre amé decir, siempre fui la nena que levantaba la mano para participar de los actos escolares, que cantaba con el cepillo como micrófono, que usó cualquier tarima como escenario. Contar cuentos me devuelve el alma a su lugar, para regalarla como caramelos. Y nada es casual, la librería, el olor a libro, la magia de los cuentos me iluminaron el corazón. Danzando en caleidoscopio, acompañada por ojos, orejas y almas bien abiertas a emocionarse, danzar y saborear conmigo cada historia.

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