La importancia de la Alfabetización Científica en la educación de Nivel Medio

La alfabetización científica, tanto en mi opinión personal como en la de muchos expertos, constituye hoy un componente básico de la educación ciudadana. En este sentido, es totalmente válido plantearnos interrogantes como: ¿es necesaria una alfabetización científica? ¿Qué puede aportar realmente la ciencia a la formación de un ciudadano? ¿Es posible alcanzar tal objetivo?
Pero antes de comenzar a responder estos interrogantes, voy a contar brevemente cuando surge, qué es y cuáles son los objetivos de la alfabetización científica.

El concepto alfabetización científica se comenzó a emplear desde finales de los años 50, pero es en la década del 90 cuando instituciones gubernamentales y no gubernamentales, investigadores en didáctica de las ciencias y diseñadores de currículos lo comenzaron a utilizar como base de un movimiento educativo significativo. Prueba de esto es lo expresado en la Conferencia Mundial sobre la Ciencia para el siglo XXI, auspiciada por la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia, en la cual se declara que:

Para que un país esté en condiciones de atender a las necesidades fundamentales de su población, la enseñanza de las ciencias y la tecnología es un imperativo estratégico […]. Hoy más que nunca es necesario fomentar y difundir la alfabetización científica en todas las culturas y en todos los sectores de la sociedad.

Declaración de Budapest, 1999

Ahora bien, cuando hablamos de alfabetización científica nos referimos a la apropiación de conocimientos, habilidades y actitudes básicas respecto de la ciencia, la tecnología y sus relaciones con la sociedad. Se busca que cada ciudadano tenga las herramientas para comprender los efectos que los productos tecnológicos y científicos tienen en sus vidas y en el medio ambiente y, además, que les otorgue una participación responsable en los debates y la toma de decisiones acerca de estos asuntos.
Algunos de los objetivos que nos planteamos los docentes de Ciencias Naturales dentro del marco de la alfabetización científica, son: distinguir entre observación (información) e inferencia (interpretación); comprender que la ciencia y sus teorías no son opiniones personales o creencias, sino que están basadas en evidencia experimental y respaldada por un marco teórico coherente; reconocer cómo las teorías se construyen y se ponen a prueba, cómo adquieren una validez temporal, en qué sentido son modificables y cómo continuamente son refinadas y precisadas por nuevos estudios; analizar algunas de las formas de cómo la ciencia y la tecnología impactan en la sociedad; entre otros.
Ahora podemos comenzar a responder las preguntas iniciales. ¿Es realmente necesaria la alfabetización científica? Es evidente que la ciencia y la tecnología tienen un impacto creciente en la vida de los ciudadanos, ya sea en asuntos políticos, económicos, ambientales, sociales o éticos. Y si a esto le sumamos que en la escuela media nos hemos propuesto formar ciudadanos con una visión crítica, reflexiva y participativa en las problemáticas que atraviesa nuestra sociedad, podemos concluir fácilmente que existe la necesidad de una alfabetización científica. Pero que exista tal necesidad no es, a priori, argumento suficiente para tomar la decisión de incluirla dentro del currículo de la enseñanza primaria y secundaria. Podría ocurrir que las implicancias de intentar implementar una alfabetización científica, en cuanto a contenidos y capacidades, esté muy lejos de lo realizable dentro de los tiempos y posibilidades que ofrece la educación media. En este sentido, Fensham (uno de los expertos en educación que han puesto en duda la conveniencia y la posibilidad de lograr la alfabetización científica) se basa en lo que podemos denominar la tesis pragmática, según la cual, los futuros ciudadanos se desenvolverán mejor si adquieren una base de conocimientos científicos. Sin embargo, argumenta Fensham, no se tiene en cuenta el hecho de que la mayoría de los productos tecnológicos están concebidos para que los usuarios no necesiten, para poder utilizarlos, ninguno de los conocimientos científicos en los que se basa su funcionamiento. Podríamos poner como ejemplo el uso de los celulares: nadie necesita saber de microelectrónica o de programación de software para hacer uso de ellos.

Lo planteado en el párrafo anterior podrá parecer un jaque mate en contra de la alfabetización científica, pero en realidad eso dependerá de los objetivos que, como profesionales de la educación, nos propongamos llevar a cabo. Si nuestro objetivo es el de formar expertos en las distintas áreas de conocimiento, Fensham estaría en lo cierto. Sin embargo, es mucho más valioso que los estudiantes terminen la educación secundaria con una batería de conocimientos fundamentales de cada espacio curricular y con ciertas herramientas que les permita articular esos conocimientos para así poder construir una visión crítica de la realidad y a su vez poder transformarla.
Esto nos lleva a la segunda pregunta que se planteó al inicio de este artículo: ¿Qué puede aportar realmente la ciencia a la formación de un ciudadano? Si analizamos los objetivos que se describen más arriba, encontraremos gran parte de la respuesta. Dichos objetivos, en conjunto, les permitirá a los estudiantes ser capaces de discriminar información y hechos científicos de especulación y manipulación de dicha información. Les dará la capacidad de construir una opinión sólida y bien fundamentada alrededor de ciertas temáticas que atraviesen su vida personal o social. Serán capaces de saber qué camino deben transitar para profundizar, de ser necesario, sus conocimientos sobre asuntos de interés.
Vivimos en una época en la que toda la información existente se encuentra, literalmente, al alcance de la mano. Y gran parte de esa información es manipulada, intencionalmente o no. Si entendemos la libertad como la capacidad de decidir por nosotros mismos con la menor cantidad de influencias no deseadas que sea posible, entonces sin miedo a equivocarme, estaremos formando ciudadanos más libres.
Finalmente, ¿es posible lograr tales objetivos referidos a la alfabetización científica? Para responder a esta pregunta tenemos que meditar un momento en todo el trabajo previo que hace un docente antes de entrar al aula: diseñamos planificaciones, preparamos actividades y les damos un contexto adecuado, las secuenciamos, articulamos contenidos y, progresivamente, vamos desarrollando todos estos objetivos. Pensándolo de esta forma, la respuesta es que sí, ciertamente es posible.

Bibliografía:
– Gil Pérez, D. & Vilches, A. (2006) Educación ciudadana y alfabetización científica: mitos y realidades. En Revista Iberoamericana de Educación, Nº 42, pp. 31-53
– Gvirtz, S. & Palamidessi, M. (1998) El ABC de la tarea docente: currículum y enseñanza. Editorial AIQUE.  Primera edición: 1998.

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