“Era en abril”: Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas

Cada 2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas. Para recordarlo con verdadera significación es ineludible analizar el telón de fondo que gestó el momento histórico y el impacto que tuvo en las subjetividades individuales y colectivas de la sociedad argentina.
El incipiente otoño de 1982 anunció algo más que el cambio de estación. En aquel entonces la radio era el medio de comunicación más masivo, accesible y veloz con el que se contaba; ella fue la encargada de amplificar los aullidos de Nazareno Cruz y el Lobo, como también los gritos de gol que en el 78 silenciaron otros. La mañana del 2 de abril, los hogares argentinos -habitados por voces radiales que acompañaban las rutinas- escucharon con desconcierto el Comunicado Número 1 de la Junta Militar que informaba la recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur para el patrimonio nacional.

En este punto es oportuno recordar que desde 1833 -tiempos en que las acciones le sacaban el cuerpo al barniz del relato- las islas se encontraban usurpadas por Inglaterra. Argentina tenía y tiene argumentos geográficos, históricos y jurídicos para su reclamo, uno de los más importantes: las islas forman parte integral e indivisible de su territorio, es decir, de su plataforma continental. No obstante, lo legítimo del reclamo no era lo que estaba en duda. Es sabido que desde el 24 de marzo de 1976 la dictadura militar se valió de un andamiaje represivo para sostener el poder y utilizó dos eventos nacionalistas para apuntalar su propia continuidad, en el año 1978, el mundial de fútbol en el que Argentina se consagra campeón y en 1982 la Guerra de Malvinas.
El anuncio de la Junta tuvo un impacto inmediato que redundó en una Plaza de Mayo colmada que cantaba: “El pueblo, unido jamás será vencido” o “El que no salta es un inglés”, entre otros cánticos. El Presidente de facto, Leopoldo F. Galtieri, recibió a la multitud exultante y desafió: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Los esfuerzos diplomáticos del peruano Javier Pérez de Cuéllar como Secretario General de las Naciones Unidas, no dio sus frutos y la paloma de la paz se fue a otra parte. Margaret Tatcher, primera ministra de Reino Unido, conocida como La Dama de Hierro, vino y presentó batalla.

Cuando hay una historia que contar, nace al mismo tiempo el relato que cuente dicha historia y la primera baja fue la verdad. Los principales medios de comunicación gráfica fueron funcional al propósito de la Junta, alimentando una euforía nacionalista que distaba de la realidad en las islas. Y las tapas decían: “Argentinazo: ¡Las Malvinas recuperadas!”, “Ganamos”; “¡Seguimos ganando!”, “Vimos rendirse a los ingleses”.
Así, miles de soldados con apenas 18 y 19 años “Los chicos de la guerra” fueron a un destino incierto donde el enemigo no fue, solamente, inglés. En secreto los llevaron y en secreto volvieron. Las encomiendas repletas de cartas, chocolate y aliento no llegaron nunca; pese a todo, dieron batalla.

Las esquirlas llegaron a todos lados, no hubo familia o institución que no tuviera una vivencia propia o ajena relacionada con el conflicto armado. Nadie ni nada volvió a ser igual. El IES tampoco; porque contar la historia de los 70 años de la institución, también es contar la historia de la comunidad que la habita. Historias como las del profesor Martín Martínez o la del profesor Nicolás González, veteranos de Malvinas. En 1982, ambos son incorporados al Servicio Militar Obligatorio y en cuestión de horas pasan de un agobiante enero cordobés, al viento frío del sur.
En el caso del profesor Martínez, promoción 81 del colegio, es en el mismo patio del IES donde escucha el sorteo que le anuncia el Servicio Militar. El conflicto lo sorprende con veintiocho días de instrucción y en Puerto Deseado. Su grupo, el Escuadrón de Caballería Blindada 9, es movilizado a la frontera con Chile para cuidar la retaguardia, y permaneció en Rió Mayo (Chubut) hasta que concluyó todo. La información pública no era tal y de los momentos de alerta por escaramuzas y espías en aquella región del país, nada se supo; solo quedaron grabados en el recuerdo de quienes estuvieron ahí.
En cuanto al Profesor Nicolás González, es trasladado a Comodoro Rivadavia, formando parte del Regimiento 8 de Infantería. El paro del 30 de marzo, convocado por la CGT Brasil fue el empujón que hacía falta para dar inicio a las operaciones. Una semana antes, el Regimiento entró en alistamiento (lo que implicaba estar listos para movilizarse con el rol de combate que le correspondía a cada soldado). El rol de Nicolás: apuntador de FAL (Fusil automático Liviano) en apoyo de un grupo de lanzacohetes Instalaza. Así recuerda Nicolás aquellos días:

…Nos llevaron el 7 de abril. Primero a Puerto Argentino y después me trasladaron a Bahía Fox (o Bahía Zorro) en la Isla Gran Malvina. Allí enfrentamos el grueso de la guerra. Mi Regimiento tuvo varios ataques navales y aéreos, nos aislaron (…). No recibíamos nada, ni alimentos, entró alguna vez un par de barcos de la Cruz Roja. Los ingleses nos atacaban cuando comenzaba la noche, nos bombardeaban desde barcos ubicados a una distancia que impedía que nuestras armas pudieran alcanzarlos. Los ataques aéreos fueron de día, salvo el último. En ese lugar estuve el resto del tiempo. Las tropas se rindieron en Puerto Argentino el 14 de junio, nos tomaron prisioneros los ingleses (…) y ellos nos sacaron de Malvinas, el 17 del mismo mes. (…). Nos trasladaron en un barco de guerra que navegó casi un día, por el Estrecho de San Carlos, y en la madrugada subimos al buque hospital Norland…

La clandestinidad impregna las palabras que evocan el regreso:

Nos llevaron a comer a la Base Aeronaval Almirante Zar, en Trelew. Un soldado vivía ahí (Salomón creo que era el apellido) y los padres fueron a verlo y no les permitieron entrar, ni siquiera acercarse a la tela que separaba la base de la calle. No habíamos comido bien en dos meses y diez días.

Más tarde, los propósitos aparecieron sin permiso:

Un día, en un alto en la trinchera, en una ronda de cuatro soldados, un cabo de apellido Pacheco nos preguntó qué íbamos hacer cuando volviéramos, algo de lo que hablábamos mucho, qué hacer a la vuelta. Le respondí que iba estudiar, creo que no saber porqué estaba ahí, cuál era la razón de ese conflicto y todo lo demás me llevó a responder eso. Empecé el secundario en Cosquín y después hice el profesorado terciario en Ciencias Políticas y Sociales. Luego, el postítulo en Historia en la UNC. A mí me empujó a estudiar, algo positivo de Malvinas en mi vida fue eso.

Luego del conflicto, los ex combatientes no sólo no fueron reconocidos, sino que nadie los empleaba. Fue en ese momento que el IES, de la mano de Pocha Pescetti y Marta Torres, le brinda una oportunidad a Nicolás que supo valorar y hoy agradece.
El tiempo ha pasado y rememorar permite situarse de manera distinta frente a la historia reciente. Por las mujeres que fueron a Malvinas y nadie recuerda, por los que no volvieron, por los que volvieron y no pudieron dejar atrás el dolor, por los que día a día siguen trabajando y construyendo la patria por la que lucharon; ellos son nuestros héroes nacionales y es con ellos y sus familias que tenemos el deber de renovar cotidianamente nuestro agradecimiento y homenaje para que este no sea el fin de la historia, sino el comienzo de una re-significación de un pasado más digno para todos/as.

Agradecimientos por su testimonio:

Prof. Nicolás González
Prof. Martín Martínez


Referencias bibliográficas

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