A 197 años de la muerte del creador de nuestra bandera debemos rendir a Manuel Belgrano un homenaje muchas veces postergado. Belgrano ofreció el último tramo de su vida a una causa que creía justa, por ello a la comodidad que su condición de abogado reconocido le aseguraba, le opuso la decisión de participar en un movimiento revolucionario que prometía la construcción de una nueva Nación. Aceptó el desafío, sabía que no era fácil, pero eligió el sacrificio y la incertidumbre, nos legó su ejemplo, que se repite y multiplica en cada insignia patria enarbolada a lo largo y a lo ancho de nuestra querida Argentina. Debemos aprender a escuchar el mensaje que el prócer nos legara.

Manuel Belgrano enarboló por primera vez la bandera nacional en la ciudad de Rosario el 27 de febrero de 1812. Para glorificar la bandera como corresponde, el 8 de junio de 1938, el Congreso sancionó una ley que fija como Día de la Bandera y declara feriado el 20 de junio, aniversario de la muerte de su creador.
La bandera es el símbolo, pero la Patria la hacemos todos, día a día, generación tras generación. Una Nación tiene identidad cuando se construye fundada en principios y valores que le son propios e intransferibles. A pesar del tiempo transcurrido y con los cambios profundos que se han producido en el mundo, aquellos principios permanecen con toda su fuerza y vigencia. Se manifiestan en nuestra vida democrática, en la activa participación del pueblo en el que hacer nacional, resaltando las acciones positivas, señalando también los errores, trabajando en la construcción colectiva de una sociedad más justa, más equitativa, más solidaria.

La patria vas más allá de una insignia o compartir una comida agradable con la familia. En sí misma es importante, ya que compartimos un momento agradable con los que más queremos. Pero la patria se expresa más allá, se va transformando día a día, acompañada con el paso del tiempo. Los argentinos colaboran con ese cambio, los civiles, los trabajadores y los docentes. Yo, orgullosa de mi bandera, aporto a mi patria con la enseñanza que les brindo a mis queridos alumnos. Pongo el corazón y el alma para contribuir con ese cambio, para dirigirlo a un camino positivo para las futuras generaciones. Entre todos hacemos patria día a día.