En el marco del taller “Dejando volar la imaginación”, los alumnos de 2° año D tuvieron la oportunidad de convertirse en autores de sus propios relatos. Con el acompañamiento de la Prof. Cecilia Tropiano, los estudiantes trabajaron de manera grupal con pautas específicas y definidas por la docente, para incursionar en la narración de cuentos maravillosos. Con este actividad, los estudiantes pudieron comprender la estructura de los cuentos del género e intercambiar ideas, en un trabajo creativo y colaborativo.
En esta entrega, acercamos el cuento de los alumnos Julieta Díaz, Valentina Tonello, Lautaro Zagar y Francisco Fronteras de 2° año D.
Un circo mágico

Había una vez tres hermanos que vivían en una gran ciudad. Una mañana fría de invierno, sus padres fallecieron en un trágico accidente. Los tres hermanos, Joaquín, Juana, y Juani tuvieron que mudarse a un pueblo muy lejano, con sus tías Soledad y María.
Al llegar al pueblo, los esperaban con galletas y una leche caliente.
-Bienvenidos, lamentamos lo de sus padres -dijeron sus dos tías mientras los abrazaban- Les mostraremos su habitación.
No era una habitación muy grande ni muy linda, pero era acogedora. Los días pasaron, y las tías no dejaban salir a sus sobrinos porque querían protegerlos. Un día, ellos aprovecharon que sus tías salieron a comprar, y decidieron explorar. Mientras caminaban notaron que aquel pueblo era bastante antiguo pero amigable, había varias casas y negocios. Al final de la calle, se encontraron una gran arboleda, por lo que decidieron adentrarse, todos menos Joaquín, el mayor. Joaquín afirmaba que podría ser peligroso, pero Juana y Juani insistieron y entraron.
Luego de caminar unos minutos escucharon unos pasos, miraron a su alrededor, pero no había nadie. Al no ver nada, Juani propuso seguir el sonido de los pasos, lo que los guió hasta un gran circo abandonado.
-Ya es muy tarde, deberíamos regresar -dijo Joaquín.
-¡No! ¡Nos quedemos un rato más! -exclamó Juani.
– Tiene razón Joaco, ya está anocheciendo, regresemos. Además, las tías llegaran pronto -agregó Juana.
Al día siguiente, los hermanos volvieron el mismo lugar, pero esta vez decidieron meterse al circo. Al entrar, todo estaba limpio y ordenado, por lo que los chicos se sorprendieron.
– Pero esto no parece un circo abandonado -comentó Juani.
– Tenés razón, algo anda mal acá -dijo Joaco.
– Deberíamos ir a investigar -agregó Juana.
Los hermanos oyeron una melodía que les llamó la atención, era lenta y clásica.
– ¿Qué es eso? ¿De dónde viene? -preguntó Juani.
Los hermanos fueron a ver de dónde venía aquel sonido.
-¡Viene de ahí! –exclamó Joaco y señaló una esquina en el techo.
Sorprendidos, observaron una orquesta muy peculiar, ya que estaba dirigida por mosquitos. Los mosquitos cantaban una canción singular que decía:
-Tris, tros, tras de acá no saldrás, dramático será, la salida no encontrarás.
Un poco asustados buscaron la salida, pero no la encontraron. Luego de unos largos minutos, Juani rompió en llanto y entre lágrimas dijo:
-¡Estamos atrapados! –dijo preocupado.
-Todo va a estar bien –dijo Juana con una voz poco convincente.
Juntos decidieron seguir buscando, y nuevamente escucharon los pasos que los guiaron al circo.
– ¿Quién está ahí? –preguntó el hermano mayor.
-No se asusten, sólo quiero ayudarlos -dijo la voz misteriosa en un susurro- La salida que buscan deberá ser abierta con la llave.
– ¿Quién sos? ¿Y de qué llave hablas? -preguntó Juana.
– Yo soy Tomás, el elefante, y la llave por la que preguntas está donde se encuentra el león. Ahora debo irme, suerte.
– ¡Esperá! ¿Qué león?
Los chicos confundidos, asustados y a la vez agradecidos siguieron caminando en busca del león.
-No debe ser muy complicado de encontrar, es un león, se supone que estos son grandes, a menos que sea invisible -comentó el mayor de los hermanos
– Si, tiene razón, sigamos -dijo Juana.
Luego de unos minutos de caminata por un pasillo cuyas paredes eran moradas, oyeron un fuerte ronquido.
¿Qué es eso? -preguntó Juani-. Lo que sea viene de aquella habitación –añadió.
Asustados los mayores hicieron caso a Juani, entraron por aquella puerta y ahogaron un grito de asombro. Ahí estaba, dormido, un león de casi dos metros de largo, de un color rubio oscuro. Dormía plácidamente sobre una alfombra color bordo. La sala era grande y las paredes color naranja, arriba se encontraba un cuadro color blanco con una llave dorada en el centro.
-¿Cómo haremos para alcanzarla? –preguntó Juana.
Entonces, Joaco recordó que había visto un palo con forma de bastón de pastor, así que decidió buscarlo.
– ¿A dónde vas? -le preguntó Juana
– ¡Ya regreso, quédese acá!- le gritó Joaquín.
Luego de unos segundos, Joaquín regresó con el palo en sus manos, y cuidadosamente intentó quitar la llave sin despertar al león. Cuando ya casi la alcanzaba, sintió una respiración acelerada, alzó la vista y vio al león con una mirada furiosa.
– ¿QUÉ HACEN EN MI HOGAR? -exclamó el león mientras rugía.
Joaco se quedó paralizado, ¿cómo podía ser que un león hablara?
– Lo sentimos señor, no teníamos idea de que esta fuera su casa -dijo Juana tranquilamente.
Pero el león estaba furioso, no había despertado durante años.
– ¿Qué es lo que quieren? -preguntó.
– Buscamos la llave, señor -dijo Juani con una voz temblorosa.
– Bien, se las daré. Pero primero deberán resolver un acertijo, si lo hacen se irán con la llave.
– ¿Y si no lo hacemos? -preguntó Juana.
– Si no lo hacen, se quedarán aquí para siempre.
Aterrados los hermanos, accedieron a resolver el acertijo.
– Tienen un solo intento, ¿listos?
– ¡Sí! -exclamaron.
– ¿Qué es algo y nada a la vez?
Muy confundidos, los hermanos discutieron la respuesta, Joaco decía que era el viento, Juana que era la vida y Juani no decía nada.
Luego de discutir un rato, llegaron a un acuerdo, y le dijeron al león:
– Es el pez, ya que este es algo y puede nadar.
– ¡Correcto! -dijo el león- Aquí tienen la llave.
– Muchas gracias, señor, no lo volveremos a molestar.
Los hermanos emocionados de volver con sus tías buscaron la salida. Joaco abrió la puerta y finalmente escaparon.
– ¡Lo hicimos! ¡Logramos escapar! -exclamó Juani
Al llegar a su hogar, corrieron a abrazar a sus tías, quienes los recibieron muy preocupadas.
– ¡¿Dónde estuvieron?! Nos tenían angustiadas.
Los niños, ya más tranquilos, comenzaron a relatar su aventura.
Colorín colorado, este cuento ha terminado.
Fin.