En la asignatura “Lengua y Literatura”, los alumnos de 2° año A y C abordaron con la Prof. Pamela Ruiz el tema “Cuentos maravillosos y populares realistas”. Como resultado de dicho aprendizaje, los estudiantes se abocaron a la producción de sus propios cuentos. El interés por dedicarse a la escritura surgió de los propios alumnos, a medida que incursionaban en la temática de los relatos antiguos, y cómo estos atravesaron el tiempo y el espacio con sus diferentes y recurrentes versiones. El objetivo era escribir relatos, combinando la forma de cuentos tradicionales, novedosos en sus temáticas, y otros con características frecuentes pero con detalles poco comunes.
En esta ocasión, compartimos el cuento de las alumnas Paula Charrette, Gema Durán, Virginia Gramajo y Alma Tripodaro de 2° año A.
Miriam y la aventura del pan

Hola. Soy el rey Darío y hoy les contaré la historia de mi hija…
Había una vez, una princesa. Era una adolescente de pelo marrón oscuro …y mi hija, Miriam.
Ella era tan….
– ¡PAPÁ NOS QUEDAMOS SIN PAN! -gritó ella desde otra habitación-.
– ¡Diferente!
Estoy tratando de narrar tu historia… ¡¿QUÉ QUERÉS?! -le dijo el padre a su hija-.
– ¡Dinero, papá! -reclamó la princesa-.
El rey, suspiró y le dio el dinero para que ella pudiera comprar el pan que tanto anhelaba. Pero de repente, se escuchó- ¡¿Che, puedo narrar yo?!- le pidió con mucha seguridad.
El padre ya cansado le dijo:
-¿Qué se puede hacer? Bueno… está bien, supongo.
Y comenzó el escrito que su padre ya había iniciado.
¡Hola! Soy Miriam, bueno creo que ya me conocen. Les relataré una historia que inicia así.
Esa mañana de cálido sol, inicié una caminata hacia el pueblo. Quería comprar el pan y volver a casa. Iba pensando que toda mi “aventura” iba a ser muy aburrida, pero no habían pasado ni cinco minutos y una guerrera del castillo llegó corriendo desde atrás y me dijo.
– ¡Princesa! Soy Erwyng, su padre me envió a acompañarla en su compra -exclamó casi sin aliento-.
-¿EN SERIO? ¿¡NECESITO SEGURIDAD HASTA PARA IR A COMPRAR PAN!? -exclamé.
Aunque me frustraba la idea de tener que ir por el pueblo con la “seguridad” que había enviado mi padre, decidí no darle importancia y continuar mi camino.
Cuando llegamos a la puerta del pueblo, me di cuenta que no encontraba el dinero.
-ERWYNG NO ENCUENTRO EL DINERO -grité-.
-Tranquila, señorita Miriam. Tal vez se cayó en el camino, regresemos sobre nuestros pasos para ver si lo encontramos -dijo la guerrera intentando calmarme-.
Me tranquilicé un poco y acepté la idea de Erwyng. Nos dimos la vuelta para regresar, pero inmediatamente apareció de la nada un pequeño duende que tenía en su poder una bolsa de monedas de oro.
-Je je je je -dijo- Buscaban esto… ¿no? -y nos miró con una mirada picarona, sacudiendo la bolsa en el aire.
– ¡TÚ!… ¡LADRÓN! … ¡DE! – Quise gritarle al duende, pero la guerrera adivinando mi pensamiento, me tapó la boca con su mano y habló por mí.
-Hola, pequeño. Me presento, soy Erwyng, la guerrera de la princesa Miriam. Necesitamos ese dinero de vuelta, tendrás que devolverlo -expresó con mucha seguridad.
-Podría, pero… ¿qué me darían a cambio? -respondió, el duende con voz sobradora.
– ¿Cómo qué darte algo a cambio? Ese dinero es de la princesa. ¡Usted lo ha robado! -dijo la guerrera muy enojada-.
-Técnicamente, no lo robé. Lo encontré en el suelo y ahora es mío, así que tienen que darme algo a cambio para que esto sea justo. ¿No creen? -dijo el pequeño con tono de burla-.
– ¡Está bien!… ¿Qué quieres a cambio? -le contestó la princesa cansada y enojada por la situación-.
-Tendrán que ir al bosque a buscar un trébol de cuatro hojas. Luego pasarán por la cabaña de la bruja y de allí robarán a la bruja la pócima mágica. Pero cuidado, ella tiene un aliado, el dragón de tres cabezas muy conocido porque nadie se escapa de sus dientes. -¿Están dispuestas a vivir esa aventura? -dijo el duende desafiante-.
– ¡PERO ESO ES MUCHO POR SOLO UN PAR DE MONEDAS! ¡ESTO ES UNA ESTAFA!
-¡PRINCESA REGRESEMOS AL CASTILLO! Le pediremos nuevamente dinero al rey, no es necesario seguir hablando con este duende -gritó la guerrera furiosa.
Erwing estaba a punto de irse. Se notaba que estaba muy enojada, pero apenas miré mis pies, me di cuenta que literalmente había un trébol de cuatro hojas que apenas asomaba por el costado de mi zapato.
– Esto era lo que quería, ¿no? -dije mientras le entregaba el trébol al duende-.
– Eh… SSí, – titubeó- Pero todavía falta que vayan por la pócima mágica, si no, ¡no hay trato! -dijo el duende algo nervioso-.
– ¿Y si mejor te compartimos un poco del pan que tenemos que comprar? -le dije al pequeño porque sospechaba que tenía hambre, se le notaba en la carita.
– ¿VAN A COMPRAR EN LA PANADERÍA “EL RINCÓN DE JORGETA”? -preguntó en tono alto y muy entusiasmado-. De hecho, sí. Nuestro plan era comprar el pan, pero sin el dinero, es imposible hacerlo -dijo la guerrera al darse cuenta de la situación-.
– Ahm. ¿Saben qué? Les puedo devolver el dinero si es que me comparten un poco -contestó el pequeño con brillo en los ojos-.
– ¡GENIAL! -entonces hagamos eso!- dije, feliz por terminar con el problema.
El duende nos devolvió el dinero y fuimos juntos a la panadería. Le compramos el pan a la señora Jorgeta, y fuimos todos felices y comimos perdices
¡FIN!
– ¡Sabes que eso no sucedió!, ¿verdad? -dijo el narrador-
-Shh… si tú contabas la historia solo hubieras dicho que fui a comprar pan y volví a casa, ¿NO? En cambio, esta historia que yo conté, ¡TIENE EMOCIÓN! Deberías agradecerme -dijo la princesa para luego retirarse del salón.
Aah… bueno.
Y colorín colorado, este cuento ha acabado.