La escuela se despliega muchas más veces de las que imaginamos, más allá de sus cuatro paredes, de sus aulas, de sus patios, clases y recreos. Las consignas que los profesores damos en nuestras clases “cobran vida” y magnitud por fuera de la escuela y la mayoría de las veces no somos testigos de esto y tampoco lo imaginamos. Gracias al relato de Valentina Cabrera, nos podemos asomar a un grupo de alumnas que tenían que hacer un corto audiovisual para la cátedra de “Lengua y Literatura” y de las vicisitudes que tuvieron que afrontar. También sabemos que ya es un recuerdo de esos que permanecerán a lo largo del tiempo, aun cuando ya no estén en la escuela…
Hablemos sobre tomates y áticos

Fue complicado para mí pensar en una anécdota en el IES debido a que únicamente estuve un año presencialmente en él, pero cuando hablamos de momentos emocionantes sólo puedo pensar en tercer año. Ese año está lleno de momentos que me generan alegría, pero en este trabajo voy a hablar de uno en específico.
Toma lugar, como mencioné antes, en tercer año. Teníamos que hacer un cortometraje para Lengua, formamos un grupo con Amalia, Lucía y Julia, y todo esto sucede en la casa de Lucia. Julia no pudo ir por lo que sólo éramos las tres; las dos protagonistas con vergüenza a salir en cámara y una camarógrafa que no podía encontrar posición para filmar y nos hacía repetir las mismas escenas miles de veces.
En una parte del cortometraje, necesitábamos unos tomates para colocar en una canasta, los tomates en esta escena, o en el trabajo en sí, eran esenciales ya que ahí radicaba toda la trama, y sorprendentemente Lucía no tenía tomates. Entonces ahí iban las tres caminando por la calle hasta una verdulería, hacía un frio insoportable y tanto Amalia como yo teníamos vestidos por nuestros personajes y la pasamos mal. En el recorrido, íbamos hablando de todo un poco, recuerdo que nos reíamos a carcajadas y la pasamos tan bien, hasta que llegamos a la verdulería y estaba cerrada. Con pocas esperanzas de grabar algo y la decepción de desperdiciar un día de posible producción, volvimos a casa de Lu. Por suerte, la mamá de Lu vino a nuestro rescate y nos trajo tres tomates, y no podíamos irradiar más felicidad.
El mismo día, alrededor de las siete de la tarde, pudimos filmar el comienzo con los tomates y ahora tocaba la parte del suspenso. En esta parte, Anya, la protagonista, tenía que entrar en un ático y la puerta se iba a cerrar sola. No contábamos con un gran presupuesto, una buena aplicación para editar o material para realizar tal efecto especial, por lo que Amalia tuvo que sacrificarse por un bien mayor. Para ponernos en contexto, el ático está afuera de la casa de Lu, al fondo de todo y en un rincón, por lo que hay un espacio muy pequeño entre el ático y las rejas que rodean la casa, es allí donde entra Amalia. Se puso en ese delgado espacio para poder cerrar la puerta una vez que yo entrara. Fue gracioso porque apenas entraba y no podía moverse bien, tuvimos que correr un montón de cosas, hasta pensamos en declinar y que saliera de ahí, ya se nos ocurriría cómo resolver ese problema, pero ella estaba convencida en que íbamos a grabar esa escena sea como sea y Lucía apoyaba la idea (aunque recordé que sus signos son capricornio y tauro, por lo que en ese momento no estaba tan sorprendida de la terquedad que dejaron salir a la luz).
A lo que quiero llegar es que este cortometraje trajo muchos momentos divertidos y a su vez nostálgicos, quisiera poder revivirlos.