Desde la asignatura de Lengua y Literatura -a cargo de la profesora Gabriela Rodríguez– los estudiantes de 1° año tuvieron como desafío escribir un final alternativo para el cuento “Laberinto de Espejos” de Esteban Valentino.
Es válido puntualizar que el propósito de la propuesta se enmarca en el Proyecto Leer y Escribir el mundo, desde las escuelas cordobesas y tiene como objetivo desarrollar la capacidad de planificar y de transmitir mensajes, opiniones, ideas y pensamientos claros y coherentes mediante textos escritos que puedan ser socializados tanto en el ámbito de la literatura, de la ciudadanía y de estudio.
En esta oportunidad se comparten dos trabajos de alumnos/as de 1° año D y C, respectivamente.
Final alternativo 1

Autores: Tomás Gramajo, Sofía Grosso, Tiziano Garnero, Giuliana Becchio y Santiago Domínguez.
Pero, lentamente, giré, el rottweiler nos miraba fijamente. Nos asustamos mucho, era gigante. La luz se ponía cada vez más tenue, hasta que todo quedó en completa oscuridad. Fue en aquel momento que el perro se asustó y nos empezó a correr desenfrenado. Como Fede estaba lesionado, lo cargué en los hombros, nos tropezamos y uno de los espejos se cayó. Empezamos a rodar por unas escaleras. Luego, nos encontramos en un pasadizo, todo estaba en penumbras. El lugar estaba repleto de libros y muebles. Con una linterna que encontramos en un cajón, investigamos el lugar. Había cosas arruinadas, comida vieja y mucho polvo. En un momento la luz hizo un corto circuito y se empezó a escuchar una voz muy grave que nos dijo:
– ¡No van a salir de acá!
– ¡Por favor, no nos haga nada!- le dijimos aterrados.
– Si salen, van a suceder cosas- contestó.
– ¿Por qué? – preguntamos.
– Ya se van a dar cuenta- respondió.
Lo ignoramos para no acobardarnos más y seguimos.
La voz cada vez se escuchaba más cerca, hasta que lo encontramos. Era un señor de estatura baja, barbudo y de aspecto muy sucio.
– ¿Por qué nos dijiste que no íbamos a poder salir?- le preguntamos.
– Porque me pasó, yo tampoco pude, hay una maldición. Y comenzó a contar una experiencia similar a la nuestra.
– Bueno, es hora de irnos a romper la maldición-le contestamos.
– ¿Querés acompañarnos?- preguntamos.
– Sí- respondió.
Caminamos en búsqueda de la salida, al poco tiempo del recorrido, encontramos una escalera de mano y subimos. Comenzamos a ver la luz del día a través de huecos, esperanzados, aceleramos los pasos. Me tocó ir primero, iba alentándolos, cada vez estábamos más cerca, pero sin darme cuenta me golpeé la cabeza. En ese momento advertí que habíamos llegado. El choque con la tapa que daba a la superficie, lo anunció. No sé de dónde saqué fuerzas, pero logré abrirla. Apenas pisamos la calle, nos fuimos al hospital. Mientras esperábamos que nos atendieran, vimos en la televisión una noticia que indicaba que El Laberinto de Espejos había cerrado por una serie de sucesos trágicos que eran atribuidos a una maldición. Sin embargo, lo que no dijo la noticia era que ese día nosotros pudimos revertirla y contar otra historia, otro final.
Fin
Final alternativo 2

Autores: Leticia Ataide, Emilio Gispert, Katja Novello Díaz, Renata Angulo Crosetti y Bianca Cervantes.
Nos quedamos paralizados unos segundos al ver que el perro iba a saltar para atacarnos, pero reaccionamos de manera rápida, nos agachamos y corrimos, velozmente. No puedo explicar la desesperación del momento, nos dimos vuelta para observar si aún nos perseguía, cuando de repente ingresamos a una sala de cámaras a través de uno de los tantos espejos. En el lugar, había una silla enfrentada a numerosas pantallas, me acerqué hacia ellas, en ese momento, Fede me dijo: ¡Cuidado!
En ese instante, giré la cabeza y la figura de un hombre de estatura alta, con bata blanca y sin cabello, me sorprendió. Sin terminar de reponerme, el desconocido estira con furia sus brazos y comienza a ahorcarme. Fede se abalanza sobre él para ayudarme.
Después de varios forcejeos, logramos tirarlo al piso. Apresuradamente, tomé el brazo de mi amigo y escapamos hacia la salida. Luego, nos topamos con una puerta alta, empinada y de color marrón claro, pero estaba cerrada. Entonces trepé y cuando llegué arriba, intenté tomar las manos de Fede para subirlo, aunque el hombre nos había alcanzado y estaba ahí, tirándole los pies, hasta que logró bajarlo. En ese momento, decidí escapar en busca de ayuda.
Luego, corrí sin parar hasta la estación de policía, les conté todo lo ocurrido, tardaron en creerme. Aunque no estaban muy seguros, igualmente, investigaron, pero en el lugar no encontraron absolutamente nada, ni a Fede.
Hasta el día de hoy me preguntó: ¿dónde está mi amigo?, nadie tiene la respuesta. Los tratamientos que enfrento no pueden borrar el recuerdo de aquel día y devolverme la alegría y la amistad que se perdió en el laberinto.
Fin